Capítulo
31. En que trata de las palabras interiores que formalmente se hacen al
espíritu por vía sobrenatural. Avisa el daño que pueden hacer y la cautela
necesaria para no ser engañados en ellas.
1a. El
segundo género de palabras interiores son palabras formales que algunas veces
se hacen al espíritu por vía sobrenatural sin medio de algún sentido, ahora
estando el espíritu recogido, ahora no.
1b.
Formales: formalmente al espíritu se las dice tercera persona, sin poner él
nada en ello.
1c.
Diferentes a las que acabamos de decir: se hacen sin que el espíritu ponga de
su parte algo en ella; y acaécele a veces sin estar recogido, sino muy fuera de
aquello que se le dice.
2a.
Muchas veces son como conceptos en que se le dice algo.
2b. A
veces son una palabra, a veces dos o más, a veces son sucesivas, enseñando o
tratando algo con el alma, y todas sin que ponga nada de suyo el espíritu.
2c.
Daniel 9, 22: “Al llegar [el arcángel Gabriel], me habló así: Daniel, acabo de
salir para que comprendas”.
2d.
Dice que hablaba el ángel en él, lo cual era formal y sucesivamente razonando
en su espíritu y enseñándole.
3a.
Estas palabras, cuando no son más que formales, el efecto que hacen en el alma
no es mucho.
3b.
Ordinariamente solo para enseñar o dar luz en alguna cosa.
3c. Y
este cuando son de Dios, siempre le obran el alma, porque ponen el alma pronta
y clara en aquello que le manda o enseña.
3d.
Algunas veces no quitan al alma la repugnancia y dificultad, antes se la suelen
poner mayor, lo cual hace Dios para mayor enseñanza, humildad y bien del alma.
3e. Así
leemos en el Éxodo (3-4) que, cuando mandó Dios a Moisés que fuese al faraón y
librase al pueblo, tuvo tanta repugnancia, que fue menester mandárselo tres
veces y mostrarle señales, y, con todo eso, no aprovechaba, hasta que Dios le
dio por compañero a Aarón, que llevase parte de la hora.
4a. Al
contrario acaece cuando las palabras y comunicaciones son del demonio, que en
las cosas de más valer pone facilidad y prontitud, y en las bajas, repugnancia.
4b.
Aborrece Dios tanto el ver las almas inclinadas a mayorías, que cuando él se lo
manda y las pone en ellas no quiere que tenga prontitud y gana de mandar.
5a. De
todas estas palabras formales tan poco caso ha de hacer el alma como de las
otras sucesivas.
5b.
Demás de que ocuparía el espíritu de lo que no es legítimo y próximo para la
unión de Dios, que es fe, podría fácilmente ser engañada por el demonio.
5c. No
se ha de hacer lo que ellas dijeren, ni hacer caso de ellas, sea de bueno o de
mal espíritu.
5d. Se
han de manifestar al confesor maduro o persona discreta y sabia, para que dé
doctrina y vea lo que conviene en ella y dé su consejo, y se haya en ellas
resignada y negativamente.
5e. Y
si no fuere hallada la tal persona experta, más vale, no haciendo caso de las
tales palabras, no dar parte a nadie, porque fácilmente encontrará con algunas
personas que antes le destruyan el alma que la edifique.
5f. Las
almas no las ha de tratar cualquiera, pues es cosa de tanta importancia errar o
acertar en tan grave negocio.
6a. El
alma jamás dé su parecer, ni haga cosa ni la admita, de lo que aquellas
palabras dicen sin mucho acuerdo y consejo ajeno.
6b. En
esta materia acaecen engaños sutiles y extraños; tanto, que tengo para mí que
el alma que no fuere enemiga de tener las tales cosas, no podrá dejar de ser
engañada en muchas de ellas, o en poco o en mucho.
7. De
estos engaños y peligros y de la cautela para ellos está tratado en el capítulo
17, 18, 19 y 20 de este libro.
7b.
Solo digo que la principal doctrina es no hacer caso de ello en nada.
Capítulo
31. En que se trata de las palabras sustanciales que interiormente se hacen al
espíritu. Dícese las diferencias que hay de ellas a las formales, el provecho
que hay en ellas y la resignación y respeto que el alma debe tener en ellas.
1a. El
tercer género de palabras interiores decíamos que eran las palabras
sustanciales.
1b. Aunque
también son formales, por cuanto muy formalmente se imprimen en el alma, difieren
en que la palabra sustancial hace efecto vivo y sustancial en el alma y la
solamente formal no así.
1c.
Imprime sustancialmente en el alma aquello que ella significa.
1d. Tal
como si nuestro Señor dijese formalmente al alma: “Sé buena”, luego
sustancialmente sería buena; o “Amame”, luego tendría y sentiría en sí
sustancia de amor de Dios.
1e. El
dicho de Dios y su palabra es llena de potestad.
1f.
Eclesiastés 8, 4: “La palabra del rey es poderosa: ¿quién puede decirle ‘qué
estás haciendo’?”.
1g. Hace
sustancialmente en el alma aquello que dice.
1h.
Salmo 67, 34: Cantad, que él dará a su voz, voz de virtud.
1i. Así
lo hizo con Abrahán, que, en diciendo le dijo:
1j.
Génesis 17, 1: Anda en mi presencia y sé perfecto.
1k.
Luego fue perfecto y anduvo siempre acatando a Dios.
1l.
Este es el poder de su palabra en el Evangelio, con que sanaba los enfermos, resucitaba
a los muertos, etc., solamente con decirlo.
1ll.
Son tanto momento y precio, que le son al alma vida y virtud y bien incomparable,
porque le hace más bien una palabra de estas que cuanto el alma ha hecho toda
su vida.
2a. Acerca
de estas, ni tiene el alma qué hacer ni qué querer, ni qué no querer, ni qué
desechar, ni qué tener.
2b. No
tiene que hacer en obrar lo que ellas dicen, porque nunca se las dice Dios para
que ella las ponga por obra, sino para obrarlas en ella.
2c. Ni
es menester su querer para que Dios las obra, ni bastan con no querer para que
dejen de hacer el dicho efecto; sino háyase con resignación y humildad en
ellas.
2d. No
tiene que desechar, porque el efecto de ellas queda sustancialmente en el alma
y lleno del bien de Dios su acción es menos en todo.
3e. No tiene
que temer algún engaño, porque ni el entendimiento ni el demonio puede
entrometerse en esto ni llegar a hacer pasivamente efecto sustancial en el
alma, de manera que la imprima el deseo y hábitos de su palabra, si no fuese
que el alma estuviese dada a él por pacto voluntario.
3f.
Jeremías 23, 28: ¿Qué tienen que ver las pajas con el trigo? ¿Por ventura mis
palabras no son como fuego y como martillo que quebranta las peñas?
3g.
Estas palabras sustanciales sirven mucho para la unión del alma con Dios y cuanto
más interiores, más sustanciales son y más aprovechan. ¡Dichosa el alma a quien
Dios la hablare!
3h. 1
Samuel 3, 10: Habla, Señor, que tu siervo oye.